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El hilo invisible que nos conecta
Se trata de una creencia muy arraigada en la cultura japonesa: un hilo invisible nos une irremediablemente a aquellas personas a las que, por alguna razón, estamos predestinados a conocer. Este hilo, que simboliza la unión de los sentimientos, puede recorrer miles de kilómetros y enredarse en ese camino, tal vez hasta el punto de que nunca lleguemos a encontrar a la persona que está al otro lado. Pero nunca jamás llegará a romperse.
Simbólicamente, este “hilo invisible del destino” se representa como un hilo rojo anudado al dedo meñique de las dos personas que están destinadas a encontrarse. Lo poético de esta representación tiene además un trasfondo científico demostrado, y es que se sabe que, a través de la arteria ulnar, el meñique y el corazón están unidos y.
Así pues, unir dos dedos meñiques equivaldría a unir dos corazones, algo que en el siglo XVII se llevó hasta el extremo de que muchas mujeres japonesas se amputaban dicho dedo como muestra de respeto y amor hacia sus maridos. De hecho, el kanji japonés que representa estas promesas significa, literalmente, “dedo cortado”.
Este simbolismo se ha mantenido hasta la actualidad entre los miembros de la mafia japonesa –yakuza– que en ocasiones realizan estas amputaciones para demostrar lealtad al jefe de la banda.
Occidente también ha recogido en cierto modo esta creencia nipona que hoy en día e refleja sobre todo entre los niños a través del “juramento del meñique”, también de origen japonés. Consiste en que dos personas se hacen una promesa enlazando sus dedos meñiques, una señal determinante de que el destino de ambos habrá de cumplirse en función de lo que acaban de prometer.
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